Ya hay 149 de estos espacios de oficinas compartidas en el país. Algunas, en sólo un año duplicaron la cantidad de trabajadores que las utilizan. Cómo es ser un coworker.
Los coworkers caminan entre nosotros. Alguno puede estar adherido a vos, ahora, en este viaje en subte. El outfit los delata. No son los oficinistas tradicionales. Tienen auriculares bluetooth, camisa estilo Miami (las palmeras o las piñas nunca fallan) y sweater color pastel. O remerita blanca con alguna frase, jean y tapado estridente. No importa el género. Siempre -literal- usan mochila. Ahí llevan la notebook.
Tienen los ojos en el celular -como cualquiera de nosotros-. Posiblemente en Instagram -como cualquiera de nosotros-. Pero están siendo productivos. Ya desde el viaje, antes de pasar el molinete del espacio de coworking donde trabajan.
Son emprendedores, freelancers, CEOs de corporaciones, abogados, arquitectos o desarrolladores de videojuegos. Antes que todo, millennials. Pero también son members (miembros), como se les dice a estos trabajadores móviles. Y cada vez son más.
La coyuntura adversa para el sector inmobiliario no pudo contra el coworking en Argentina. Crece el uso de oficinas compartidas y las grandes compañías de este sector, que ya tienen sedes en el país, no detendrán nuevos proyectos a nivel local. De hecho, Buenos Aires es un mercado clave en sus planes de expansión por América Latina.
Empleados de distintas empresas que trabajan y conviven en los mismos espacios comunes en WeWork Torre Bellini. (Guillermo Rodríguez Adami)
Ya hay 149 de estos espacios flexibles en el país (90% privados, el resto de ONG’s o del Gobierno de la Ciudad) y para principios de 2020 estarán inauguradas tres torres más con 6.000 escritorios para trabajo compartido.
¿La clave del éxito de este modelo? La economía con el prefijo «co-«, de colaborativo. Como Uber, captaron la idea de que ahora lo definitorio no es tener -en este caso, un edificio o una oficina-, sino acceder a ese servicio. A eso le sumaron un sentido de “comunidad” que logró entender cómo quiere trabajar un millennial.
Espacios comunes en La Comu, un coworking en Olivos. (Guillermo Rodríguez Adami)
Un espacio de coworking es un lugar donde los trabajadores comparten oficinas y lugares comunes aunque no trabajen en la misma empresa. Es como un «vivero» de negocios en el que no importa la especie, todos crecen gracias a las condiciones que vienen dadas desde arriba. El mandamiento es uno: que los coworkers crezcan como individuos y como empresas al trabajar junto con otros espíritus creativos que no necesariamente piensan de la misma manera.
En este mundo de café, cerveza gratis y after office dentro de la office, el “podemos hablar” sería un “podemos trabajar”.
Tomás Calusio, director de Comunidad de WeWork Argentina. (Guillermo Rodríguez Adami)
“En 2017, cuando desembarcamos en Argentina, teníamos 2.200 miembros. En 2018, 4.900. El crecimiento fue del 122%. Para 2019 estimamos llegar a 9.000 y crecer más del 83%», dice Tomás Calusio, director de Comunidad de esa compañía en Argentina.
«Ya firmamos lo que será el WeWork más grande de Latinoamérica, Torre Odeón, en Av. Corrientes 800, con una capacidad para 4.000 miembros. También abriremos un nuevo edificio en Las Cañitas a principios del 2020», completa Patricio Fuks, el argentino que se convirtió en el CEO de la empresa para América Latina. Asegura que generan más de 8.000 puestos de trabajo en el país y contribuyen con más de 6.000 millones de pesos en el Producto Bruto Interno (PBI).
Oficinas privadas en WeWork Bellini (Guillermo Rodríguez Adami)
El 45% de sus members de Argentina declararon que el coworking los ayudó a acelerar su crecimiento gracias al ahorro en el alquiler de oficinas y costos de mantenimiento como electricidad, internet, seguridad, limpieza, mobiliario y útiles para trabajar. Pero lo «fundamental» -repitieron todos- es el ahorro en “tiempo y preocupaciones” al no tener que ocuparse de todo lo que ya está resuelto en estos espacios. Eso es plug and play (enchufar y trabajar).
Fernanda Pirosanto (48) entra a trabajar con «Batman», su boston terrier. Es que sí, el coworking también es sinónimo de clima de trabajo pet friendly. Es la country manager de Pandora, la compañía de joyas más grande del mundo, que tiene dos “espacios” en el piso 19 de WeWork Torre Bellini en el Microcentro.
Fernanda Pirosanto, en uno de los espacios comunes donde el coworking la ayudó a resolver un problema crucial para su trabajo (Guillermo Rodríguez Adami)
“El potencial que tiene el coworking es que permite que uno se pueda enfocar en el negocio. En mi caso, me tenía que encargar de hacer el landing de Pandora en el país. El primer día, abrí con una llave y me senté a trabajar con mi computadora. Funcionaba internet, tenía una impresora, alguien limpiaba, no tuve que comprar ni una silla. Una gran corporación como esta, que tiene los recursos para alquilar una oficina tradicional, así se maneja en los países donde está ingresando. Porque lo importante es ponerse a trabajar sin demorarse en la estructura de la oficina”, cuenta.
Viene de 20 años en la industria del retail, de manejar marcas de moda de primer nivel, todo en oficinas tradicionales. “Cuando recién arranco con la oficina acá, estaba sola y Argentina tiene muchos requerimientos al momento de importar. Uno era detallar cuántas piedritas tiene cada joya. ¡Imaginate con 18.000 productos y el millón de circonitas que tiene sólo un anillo nuestro! Llamo a las tres fábricas de Pandora en Tailandia y Estados Unidos y la información era dificilísima de conseguir porque en ningún país existe ese requerimiento. Cuando pensé que estaba perdida, voy a la cocina a hacerme un café y un señor se me acerca y me dice que durante mucho tiempo tuvo la representación de la compañía en los free shops. Le comento el problema y me dijo ‘Ah, sí. Yo lo resuelvo así y así’. Cosas como estas tiene el coworking”, narra.
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Todos los empresarios del sector respondieron a este diario que era “difícil” medir el ahorro económico del coworking. Pero desde WeWork hablaron de un 15%. «Una oficina profesional o departamento ‘apto oficina’ para que trabajen tres personas con espacio para sus computadoras en Microcentro, Palermo o Núñez no baja de $ 30.000 por mes», ajusta Ricardo Botana, de la Unión Argentina de Inquilinos.
Cultura millennial. En un espacio de coworking. (Guillermo Rodríguez Adami)
En los espacios de coworking los costos de las membresías mensuales varían según sean oficinas privadas (desde $ 9.000 por puesto), oficinas compartidas ($ 7.200 a $ 9.500) o fly desks (escritorios individuales) de $ 6.000 a $ 7.200, siempre más IVA. Pero también hay pases por día y hasta por horas. «Pueden quedarse el tiempo que necesiten. Utilizan nuestros espacios en forma variada con un promedio de tres veces por semana por cuatro horas», detalla Florencia Faivich de Urban Station, que tiene cinco sucursales en Buenos Aires.
Esa hora con wifi, café y acceso a servicios de oficina cuesta $ 120, «ideal para freelancers», o $ 4.600 + IVA por mes, que además de medialunas y tostadas incluye horas libres de salas para tener reuniones. «La idea es democratizar la oficina, que todos puedan acceder. No hacemos entrevistas para admitirlos en membresías», aclara. En un año, el crecimiento de sus coworkers fue del 30%, mayoría de diseñadores y desarrolladores de tecnología.
Café y computadoras, en el mismo espacio (Guillermo Rodríguez Adami)
La Comu Cowork, en Olivos, directamente propone una experiencia al aire libre, combinado con un diseño de interiores envidiable. Eso incluye parrilla, para los coworkers que además de disfrutar del verde quieran cambiar el tupper por una bondiola in situ. Victoria Eppinger (55) dice que en octubre de 2017 arrancó con “10 coworkers” y ya tiene 55, el máximo de la capacidad. ”Los puestos fijos compartidos salen $ 4000 + IVA por mes. Pero también podés tener un puesto nómade, de 10 días por mes, a $ 3.000. Y hay descuentos para equipos grandes”, agrega.
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La edad promedio de los coworkers argentinos es de entre 25 y 34 años. Con posgrados finalizados o en curso y son más hombres que mujeres. Sólo los gigantes del coworking están incorporando salas de lactancia. Y no hay guarderías.
WeWork Torre Bellini. Los coworking ofrecen distintas alternativas de alquiler. (Guillermo Rodríguez Adami)
“El cowork es una actividad anticíclica que permite a muchas empresas reubicar su dotación de personal con mayor versatilidad en distintos puestos de trabajo sin la necesidad de comprometerse en contratos de locación con mayor duración. Esto hace que el coworking sea una alternativa en épocas de crisis porque permite acomodar estructuras a necesidades puntuales de cada momento. Por otra parte, la mayoría de las membresías y alquileres están atados al dólar y una parte de los costos están atados a la moneda local, por lo que en momentos de movimientos del tipo de cambio no se siente tanto el impacto en la actividad como en otros negocios”, detalla Uri Iskin, CEO de HIT Cowork.
Además del edificio que ya tienen en Libertador, planean abrir un nuevo espacio de 9.500 m2 sobre la misma avenida para principios del 2020. Hoy tienen una ocupación del 95%: el 14% son emprendedores o freelancers, el 35% empleados de pymes y el 51% de corporaciones.
Con pileta. El coworking La Comu, en Olivos. (Guillermo Rodríguez Adami)
«Hay como un ‘mito’ sobre que el coworking es sólo para startups. Las empresas pueden beneficiarse mucho del formato de los espacios de trabajo colaborativo y el know how de quienes los desarrollan. Desde nuestro punto de vista, el bienestar en las empresas asociado a espacios de trabajo agradables, que colaboren con el desarrollo de las personas y ayuden a acercar equipos es un valor infaltable en los modelos de trabajo del futuro», cierra. Lo de felicidad es bien distinto -y a la vez mucho más- que el hecho de que ofrezcan cerveza tirada On Tap todo el día o el acceso 24/7 a las oficinas.
En la antesala del 4º Congreso sobre Felicidad en el Trabajo, que será el 22 de agosto en el Hotel Alvear, su organizadora Agustina Ricaldoni explica a Clarín que «las empresas que se han mudado al coworking mencionan que en sus espacios abiertos, colaborativos y sin cubículos ni oficinas cerradas sus empleados son más felices. Y una empresa feliz tiene un 55% menos de rotación de personal». Y habla del perfil emocional de los coworkers argentinos: «Trabajar en el mismo espacio con otras personas y conectarse, incluso durante una breve conversación en la máquina de café, puede cambiarles (para bien) la perspectiva». El estudio Felicidad y Productividad, de la Universidad de Warwick, le da la razón: afirma que los empleados felices son un 12% más productivos.
Testimonios de coworkers
Horacio Vianello es abogado y trabaja en WeWork Torre Bellini (Guillermo Rodríguez Adami)
Horacio Vianello (33), es un abogado «mitad brasileño, mitad italiano». Hace ocho años que vive en Argentina y está casado con una “local”, bromea. Está en WeWork desde la inauguración. “Encontré la solución a mi necesidad. Tengo un estudio jurídico muy chico, somos tres. Y viajo mucho por trabajo. Yo estoy acá pero tengo un socio en San Pablo y otro en Montevideo. Necesitaba una oficina que viajara conmigo. Y cuando viajo por trabajo a Europa o Australia, uso allá las horas de acá para reservar una sala de reuniones para llevar clientes”, cuenta.
Andrea Rey en La Comu (Guillermo Rodríguez Adami)
Andrea Rey es contadora pública. «Hace dos años decidí soltar la relación de dependencia para desarrollarme en libertad. El coworking es un espacio que me permite además de desarrollar mi profesión y recibir a mis clientes, conectar con muchos otros emprendedores y nutrirnos mutuamente con nuestros proyectos. Un ambiente motivacional para seguir abriendo posibilidades», dice desde La Comu Cowork.
Ale Sarra en La Comu. Guillermo Rodríguez Adami)
En ese mismo espacio de Olivos, en el patio, junto a la parrilla está Ale Sarra. Es un diseñador industrial de la UBA de 32 años. «Junto a mi equipo interdisciplinario, actualmente nos desarrollamos como agencia y consultora de diseño para marcas locales e internacionales. He tenido el privilegio de recorrer muchos coworking spaces en lugares como Hong Kong, San Francisco y Nueva York, pero hoy ya de vuelta en Buenos Aires, elijo La Comu para que sea nuestra oficina diaria porque lograron un ambiente balanceado entre trabajo y estar distendidos. Los espacios abiertos te permiten desconectarte. O enfocarte en un escritorio cuando lo necesites».
Fuente: Diario Clarín del 1 de junio de 2019